Pensamientos intrusivos, rumiación y cómo salir del bucle
- beuvefepsicologia
- 11 sept
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 2 oct
A todos nos ha pasado alguna vez: tenemos una preocupación, un recuerdo incómodo o una idea desagradable que aparece en nuestra mente una y otra vez. Estos pensamientos intrusivos pueden convertirse en un ciclo repetitivo, conocido como rumiación mental, donde nos quedamos atrapados dándole vueltas al mismo tema sin llegar a ninguna solución.
El problema de la rumiación es que, en lugar de ayudarnos, suele aumentar la ansiedad, la frustración y la sensación de estar atascados. Es como darle cuerda constantemente a un reloj que nunca avanza.
La buena noticia es que se puede aprender a reconocer ese bucle y empezar a manejarlo.
Aquí te dejo algunas estrategias para frenar la rumiación:
Reconoce el momento en que empiezas a dar vueltas a lo mismo. El primer paso es darte cuenta de que estás rumiando. Pregúntate: ¿esto me está aportando algo útil o solo me está agotando?
De preocuparte a ocuparte. Si el tema realmente requiere atención, piensa en él una vez más, pero con un enfoque práctico: elabora un plan de acción. Define qué pasos dar, con qué recursos cuentas y cómo puedes conseguir los que faltan.
Toma distancia mental. Imagina que la situación es una escena de una serie o película, y tú eres un espectador. Mirarla desde fuera puede ayudarte a relativizarla.
Sé tu propio/a consejero/a. Pregúntate: ¿qué le diría yo a un amigo que estuviera en mi lugar? Practicar la autocompasión es clave. Si cometiste un error, trátate con la misma amabilidad con la que tratarías a alguien que quieres.
Habla con alguien de confianza. Compartir lo que te preocupa puede darte una visión diferente. Eso sí, no conviertas la conversación en un bucle más: después de expresarlo, cambia de tema.
Enfócate en lo que sí depende de ti. La incertidumbre forma parte de la vida. No podemos controlarlo todo, pero sí podemos decidir cómo responder ante lo que nos ocurre.
Acepta la experiencia tal como es. Muchas veces sufrimos más por resistirnos a lo que sentimos que por la emoción en sí. Aceptar la tristeza, la rabia o la incomodidad es un paso hacia liberarnos de ellas.
Corta el bucle con un gesto físico. Puedes decir en voz alta “¡basta!” y acompañarlo con un movimiento (por ejemplo, golpear suavemente la mesa). También funcionan las técnicas de visualización, como imaginar que tiras esos pensamientos a una papelera mental.
Vuelve al presente. Practicar la atención plena (mindfulness) te ayuda a centrarte en el aquí y ahora, dejando a un lado metas imposibles o pensamientos que solo desgastan.
Entrena la observación sin juicio. Recuerda que tú no eres tus pensamientos. Obsérvalos como si fueras un científico curioso: aparecen, se transforman y se van si no los retienes.
Pon límites a tu tiempo de preocupación. Si lo necesitas, programa un “espacio para preocuparte”, por ejemplo 20 minutos al día. Una vez terminado, ciérralo y sigue con tus actividades. Así evitas que la rumiación ocupe todo tu día.
Los pensamientos intrusivos no desaparecerán por completo —son parte de nuestra mente—, pero sí podemos cambiar la manera en que los gestionamos. La clave está en dejar de luchar contra ellos y empezar a relacionarnos de otra manera: con conciencia, distancia y compasión hacia nosotros mismos.




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